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«Ánimo compañeros. Dentro de breves días vuelvo a salvaros o a morir con vosotros»

Hernán Pérez del Pulgar. Toma de Alhama

Hazañas de Película

Muchas veces, en la guerra, entre la locura y la audacia hay una línea apenas perceptible que se traspasa más de lo habitual. Valientes hazañas repletas de valor, actos llenos de osadía y acciones que bien merecen la toma de una ciudad o la derrota de un enemigo temible. Escenas que son propias de las típicas películas de acción americanas pero que en nuestra historia se cuentan por cientos.

Hombre y mujeres a los que no les tiembla el pulso para llevar a cabo una misión y conseguir lo que se propone. Pero si hay alguien en la historia moderna de España que haya destacado por sus hazañas, con permiso de todos los héroes y heroínas que ha dado este país, es Hernán Pérez del Pulgar, conocido por ello como “El de la Hazañas”.

El escudo nobiliario de los Pérez del Pulgar, ganado por sus gestas, está formado por un león coronado que lleva una lanza en las garras con una bandera blanca y con un “Ave María” escrito en ella y flanqueado por once castillos, en representación de los once alcaides musulmanes derrotados. Y todo está cuajado de historia.

 

Nacido para la guerra

Hernán, nacido en Ciudad Real en 1451, desde joven se empezó a curtir en el arte de las armas, destacando en su manejo. Pronto participó en contiendas bélicas pues acudió como escudero en la Guerra contra Portugal, cuando este Reino apoyaba a Juana La Beltraneja en sus pretensiones al trono de Castilla.

Pero fue en la guerra de Granada donde destacó, destapando así el tarro de las esencias. Sin mostrar temor alguno y con esa osadía cercana a la locura fue ganando adeptos en el bando cristiano y sembrando el terror entre sus enemigos, amén de parabienes y recompensas. Hazañas que dan para mucho, para hacer correr ríos de tinta o llenar salas de cine.

Hazañas como la toma de la Alhama en la que penetró, de manera temeraria y a pesar de estar cercada, con un puñado de hombres dispuesto para ayudar al Duque de Cádiz. Burló de nuevo el cerco para llegar hasta Antequera y pedir ayuda. Salvar o morir en el intento, siempre arriesgado, valiente y atrevido. Fue nombrado Capitán General de Alhama tras la conquista de la ciudad. 

 

Batallas y conquistas

O aquella treta utilizada en la toma de la torre y recinto amurallado de Salar, entre Loja y Granada, en la que sus 80 hombres se hicieron los heridos y derrotados para que el enemigo saliese a rematarlos. Hernán, tal y como dijo, fue a por las llaves de la Torre y la abrió sin piedad, ante la sorpresa de los defensores. 

Gestas como la gran batalla de Bentomiz, durante la campaña de Málaga en abril de 1487, donde hizo labores de reconocimiento para informar al mismo Rey Fernando. Se ofreció para ir en vanguardia en la refriega, fue arrollado por la caballería musulmana y fue dado por muerto. Pero regresó, cubierto de heridas y con el yelmo partido, para gloria de su nombre y bajo la grata noticia de la destrucción del ejército de el Zagal, tío de Boabdil.  Tras esto Vélez-Málaga se rindió sin oponer resistencia.

También fue determinante su papel en la toma de Málaga, como emisario, o en la Toma de Baza, tras le que se le concedió el título de Caballero y el citado escudo nobiliario. ¡Y qué decir de la guerra psicológica en Salobreña! Sitiada por los musulmanes, hizo creer al mismo Boabdil que el agua abundaba en la ciudad, a pesar de la información contraria, lo que hizo que el mismo rey ordenara la retirada.

 

La incursión en Granada

Pero la hazaña más sorprendente, las más audaz, la que más locura reviste o merece sola un largometraje es cuando forma un comando de operaciones especiales, con sus más allegados, y penetra en la ciudad de Granada en diciembre de 1490. 

Guiado por su fiel compañero Pedro, musulmán converso, y tras elegir a sus 15 incondicionales, se infiltró con nocturnidad y sigilo por túneles y desagües de la ciudad nazarí. Llegaron a un postigo, cercano a lo que hoy es el Corral del Carbón y que daba al río Darro, vigilado de forma relajada por centinelas. Lo traspasaron sin ser descubiertos. 

Una vez en Granada, avanzaron sin hacer ruido, bajo el abrigo de la noche, hasta que llegaron a la Gran Mezquita (hoy parte de la Catedral). Allí, demostrando arrojo, audacia y bastante de locura, Hernán clavó un cartel dorado en la puerta en la que se podían leer, en letras azules: “AVE MARÍA”, y seguido, en letras algo más pequeña el siguiente texto: 

“Sed vosotros testigos de cómo tomo posesión de esta mezquita en nombre de los reyes de Castilla consagrándola desde ahora a la Virgen del cielo que nos ha servido de guía”.

 

Ave María

Tras clavar el cartel, los hombres que penetraron en la ciudad, se arrodillaron y con solemnidad, el mismo Hernán dijo: “En poder de infieles te dejamos dulcísimo nombre de María, concédenos la gloria de volver en breve a rescatarte”. Y tras esto arengó a sus compañeros para que quemasen la Alcaicería (donde acumulaba la riqueza Boabdil: sedas, pagarés, tesoros, etc.). La llegada de la guardia impidió que prendiese fuego a la mezquita. 

Tras una lucha encarnizada con aquella guardia sorprendida por la incursión, se escaparon por los mismos desagües, no sin antes haberla derrotado. Llegaron hasta el río Genil y regresaron triunfantes al campamento cristiano de Santa Fe, donde lo celebraron. 

Toda una hazaña protagonizada por un comando medieval. Al frente del grupo, un audaz protagonista: Hernán Pérez del Pulgar. Esto le valió otro castillo más en su escudo y el derecho a ser enterrado en la futura Catedral de Granada, donde de hecho reposan sus restos.

Son historias trepidantes, protagonistas dignos de libros y hazañas con las que sorprenderse. Hay mucho escrito sobre Hernán, os invito a descubrirlo.