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Hay hechos en la historia de España que son significativos por su importancia o por la enorme trascendencia que, con el tiempo, adquieren. Simples encuentros, pactos o disposiciones, que a veces pasan desapercibidos, incluso son poco conocidos, y que realmente son cimientos para el futuro, que trazan un rumbo diferente o tejen los mimbres del destino. Así, uno de esos hechos importantes y trascendentes de nuestra Historia fue el Compromiso de Caspe pues, según algunos historiadores, fue el paso esencial para la constitución de la Monarquía Hispánica. 

Antecedentes de la Época

Antes de meterme en faena y explicar en que consistió aquel compromiso y la importancia que tuvo para el futuro, me gustaría hacer una pequeña introducción de la época, y para eso tenemos que viajar a la España de principios del siglo XV. Por aquel entonces se repartían el territorio dos incipientes reinos cristianos: El Reino de Aragón, que dando por finalizada la reconquista miraba hacia el Mediterráneo para expandir sus dominios; y el Reino de Castilla, que aún le quedaba por culminar la tarea reconquistadora y le faltaba el último obstáculo, el Reino nazarí de Granada, tercero en discordia en la península. 

Resulta que Enrique III “El Doliente”, rey de Castilla, falleció en 1406, justamente un año después de tener a su único hijo y heredero, el futuro rey Juan II de Castilla. El rey difunto estableció en su testamento que, durante la minoría de edad de su hijo, asumirían la regencia del reino su viuda y madre de Juan, Catalina de Lancaster y su hermano Fernando. La educación del pequeño corrió a cargo del camarero mayor Juan de Velasco, del justicia mayor Diego López de Estúñiga y de Pablo de Santa María, obispo de Cartagena. 

A pesar de las estipulaciones testamentarias, las desavenencias entre los corregentes no tardaron en aparecer, movidas por intrigas de la nobleza. Por ello se llegó al acuerdo de dividir el reino en dos mitades, correspondiendo a Fernando la zona meridional, es decir desde el sur de la Sierra de Guadarrama hasta el reino nazarí de Granada. El Resto de Castilla quedaba bajó influencia de Catalina. 

Fernando de Antequera

Fernando descendía de los Trastámara castellanos por ser hijo de Juan I de Castilla, y por línea materna era de ascendencia aragonesa, ya que su madre, Leonor, era hija de Pedro IV el Ceremonioso. Y desde que se encargó de la zona meriodional de la península, se empeñó con ahínco en reanudar las acciones militares contra el reino nazarí y obtuvo vitorias en Pruna y Zahara de la Sierra.

Tras cumplir dos años de tregua, firmados con el rey nazarí Yusuf III tras una derrota, retomó sus campañas y conquistó la importante plaza de Antequera, apodo por el que, desde aquel momento, sería conocido. Fernando empezó a destacar, no solamente en Castilla, sino más allá de sus fronteras.

En el otro reino de la península, en la Corona de Aragón, Martín I “el Humano” moría sin descendencia 1410, iniciándose un proceso sin precedentes que tenía bastantes tintes democráticos. Realmente, Martín I tuvo un hijo, Martín el Joven, que fue rey de Sicilia, pero murio antes que su padre. El joven tenía un hijo, Fadrique de Aragón, que no pudo ser candidato ya que Martín I «El Humano», su abuelo, fallecío antes de legitimarlo.

Así, ante la muerte del único heredero de Martín el Joven, ante la falta de legitimación de su nieto Fadrique, ante los matrimonios infructuosos y ante las disputas y negativas por los nombramientos de los diferentes candidatos al trono, que provocaban diferentes enfrentamientos entre las diputaciones, las instituciones de la Corona comenzaron a desarrollar un proceso que sería dirigido por los distintos parlamentarios de las Diputaciones Generales, representantes de la sociedad del siglo XV, y que iría encaminado a restituir la monarquía y mantener la unidad de la Corona de Aragón de una forma cívica y pacífica. 

De entre todos los candidatos propuestos, Fernando de Antequera era el pretendiente con más proximidad al rey de Aragón. Era curioso pues un castellano, miembro de la casa Trastámara, era un firme candidato a reinar en la Corona de Aragón. Pero antes se tenía que cocinar el modo y las formas de esa designación consensuada.

Parlamento de Calatayud y Concordia de Alcañiz

En junio de 1410, con extrema rapidez, los representantes de las corporaciones municipales de Zaragoza, Valencia y Barcelona, acordaron la constitución de un Parlamento General de la Corona de Aragón con el propósito de designar al nuevo soberano. Y la reunión tuvo lugar en Calatayud, a mediados de mayo de 1411. Incapaces de llegar a un acuerdo conjunto, acordaron que los representantes de Aragón se reunieran en Alcañiz, los catalanes en Tortosa y los valencianos en Trahigera, imponiendo un sistema de embajadores para comunicarse entre si, hasta llegar a un acuerdo.  

Tras estos primeros pasos se dieron una serie de acontecimientos importantes:  La fuerte oposición del conde de Urgel, otro de los candidatos a la Corona, a la formula acordada por el Parlamento de la Calatayud; el asesinato del arzobispo de Zaragoza, presidente de las Cortes; la inestabilidad, las rencillas, la amenaza de una guerra civil y la clausura de los tres parlamentos citados. Posteriormente se constituyeron los nuevos parlamentos e intervinieron la iglesia y el Papa Luna. Un caos tremendo y un maremágnum de intrigas palaciegas e intereses, propias de una película, que desembocaron, no sin esfuerzo, en la Concordia de Alcañiz. 

El 15 de febrero de 1412, los parlamentos de Cataluña y Aragón firman la Concordia de Alcañiz, en la que establecieron que 9 compromisarios, provenientes de los tres estados, distribuidos en tres grupos ordenados en tres grados, con tres miembros de cada grado, representando los intereses de la Corona, se reunirían en la localidad aragonesa de Caspe para deliberar y decidir sobre el candidato que ocuparía el trono de Aragón, siempre y cuando obtuviera el número mínimo de seis votos.

A pesar de la buena voluntad, a punto estuvo de estallar otra disputa por no poder unificar el reino de Valencia su parlamento, a punto de llegar a las armas incluso, pero finalmente, se llegó al acuerdo esperado y quedaron convocados el 29 de marzo de 1412, disponiendo de 2 meses para alcanzar el acuerdo. Para que no faltase de nada, el 2 de enero de 1412, una bula papal reconocía y validaba el sistema y el proceso de designación del candidato real.

Compromiso de Caspe y Proclamación del Rey de Aragón

Con el principal apoyo de San Vicente Ferrer, compromisario por Valencia, y con un total de 6 votos de un total de 9 representantes de los estados de la Corona de Aragón, el 25 de junio de 1412, según reza original notarial, Fernando de Antequera, un castellano, era proclamado Rey mediante un procedimiento parlamentario.

El Compromiso de Caspe fue un hecho sin precedentes y trascendental por lo que significó para el futuro de la Monarquía Hispánica y por el mode de designación de un monarca. Aquel fallo fue recibido con agrado en Aragón, aunque no tanto en Valencia y menos en Cataluña. Pronto, el conde de Urgel, despechado, iniciaría una guerra civil con el apoyo de tropas inglesas, gasconas y navarras.

Pues todo quedó entroncado en una rama familiar, en los Trastámara, para lidiar con el presente y construir los caminos venideros hacia la unión y prosperidad. Amén de la minoría de edad del rey castellano, de la regencia de Catalina de Lancaster, del poder reunido, de las intrigas, de los enlaces acordado y de las muertes, todo vino dado. La cuestión fue que Juan II, heredero al trono de Castilla, fue padre de Isabel la Católica. Y Juan II de Aragón, hijo de Fernando de Antequera, a su vez tío de Juan II de Castilla, fue padre de Fernando el Católico. Ambos, Isabel y Fernando, primos segundos, contrajeron matrimonio para unir dos reinos y afianzar una corona poderosa que empezaría a dar pasos de gigante hacia un esplendor sin precedentes

Actos pequeños, apenas sin importancia, pero que marcan un antes y un después. El Compromiso de Caspe, además del novedoso sistema de elección del monarca, sirvió para unir dos coronas y afianzar un reino que sería la antesala del imperio donde jamás se ponía el sol.