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Me duele el alma

Me duele el suspiro del alma, al contemplar tu mirada absorta en el viento quejumbroso, por los días pasados, por la hojas caídas del calendario y por tus besos perdidos en el horizonte de tus caricias.

Me duele el eterno murmullo que de tus labios se escapa, musitando versos cotidianos por los pasillos de tu sol. Y en aquella distancia finita que nos separa del sendero, tu brisa nos lleva hacia el bosque de nuestros sueños cercanos. Y allí toman forma tus ojos, como el faro que me guía en la oscuridad espesa del tiempo.

Tibias manos que calman mi sed, en el consuelo de anhelos vencidos, cuando sacian la virtud dormida, que transpira retales del corazón, pespuntes de plata en el vientre, vergeles de oro en tu cabello y jardines de flor y fuente, que fluyen con misterio en tu boca.

Amor cotidiano

En lo cotidiano de tu cuerpo, reposo tranquilo y ausente, perdido en los poros de tu gloria y en la piel que conforta mis penas; cobijado en el calor penetrante, de un sonrisa perpetua e ingenua, busco siempre el refugio de sábanas, enredo de piernas alocadas y pasión abrazada al reloj de la vida.

Todo lo eres tú, todo mi ser, todos los minutos que cuento despacio, repasando con mis dedos nerviosos, rincones escondidos de tu rostro.

Todo lo eres tú, todo mi espíritu, que exhala voluntades de amor, mientras sorbes reflejos de luna, en el espejo de aquella alcoba.

Miedo a no encontrarte

Y al no encontrarte a mi lado, me ahoga el silencio de algodón, de una almohada vacía y arrugada, en busca de la bella inquilina, que mulle plumas de versos nuevos.

Al no encontrarte, al no sentirte, cuando estiro el brazo, buscándote,  el alma se escapa del pecho, en desesperada búsqueda y sigilo, por todo tu ser entregado, dueño de aquellos suspiros, que apresan la razón enamorada.

Sí, todo lo eres tú, sin dudarlo.