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Revisión médica

Ayer fue  un día de hospitales. Revisión anual, rutina médica de análisis en ayunas, atascos tempraneros y vuelta a la recepción para pedir una nueva cita. Pero lo primero que me llamó la atención esa mañana y que después hiciera que me fijase en la gente de otra manera, fue la noticia de la muerte de un amigo cercano tras una lucha titánica contra un cáncer. Otra vida que se escapaba, que se escurría del camino.

 

Por desgracia, y a la vez con suerte, comprendo a las personas que padecen esa terrible enfermedad y digo con suerte porque superé, no sin sufrimientos, el escollo más grande de mi vida sin apenas secuelas, consecuencias ni víctimas. Hoy hace de esa montaña tenebrosa y cruenta 29 años, todo un reto superado felizmente.

 

Volviendo a mi rutina, ya en el hospital y rumiando la triste noticia, me fijé en la gente que allí estaba, cada uno con sus problemas de salud, más graves, más leves, daba igual, lo importante es que estaban en aquel lugar luchando por su vida. Niños pequeños con miradas inocentes preguntándose el porqué del sufrimiento callado de sus padres, ignorando el presente y su futuro, presumiendo de escayolas pero sin saber lo que ocultan los vendajes. Ancianos agarrados con fuerzas al presente, luchando de manera aguerrida por ver un día más a sus nietos, por saborear otro año más el turrón blando y por ver el belén de la parroquia. Todo un ejemplo de tesón y lucha diaria. Madres, padres, abuelos, jóvenes, todos estaban ayer por la mañana en el hospital luchando por salir del trance, por superar las barreras impuestas por el destino y  por vencer a la adversidad.

Miradas llenas de vida

Entre miradas ingenuas, sonrisas un poco tristes, rostros extrañados y ojos asustadizos, me sorprendió un joven de 17 años al que le habían amputado una pierna. Me acerqué con decisión y le pregunté por su situación. Alegre, con gran ánimo y esperanza, me espetó que aquello tan sólo era un tropezón, grande, pero al fin al cabo tropezón. Que lo único que quedaba era levantarse, volver a caminar, con prótesis, con muletas o con lo que fuera. Que sí, que era una lástima la perdida de su pierna, pero era más importante su vida. Había pasado por radioterapia, quimioterapia, vómitos, desánimos y todo tipo de trabas, pero los médicos estaban eufóricos al haber desaparecido todo rastro de la maligna enfermedad del chico. Estaba limpio y llevaba dos años de revisiones. Pero lo que más me sorprendió fue cuando me dijo que era y siempre sería deportista, concretamente corredor de fondo, y que no renunciaría nunca a sus sueños. Entre ellos estaba el correr un día la maratón de Sevilla y costara lo que costase, con la ayuda de entrenamientos duros y una prótesis, la lograría terminar, y por debajo de 3 horas. Gratamente sorprendente, entusiasta y motivador.

 

De vuelta a casa pensé en lo que dejamos atrás, en el camino y en las preocupaciones por llegar, en los paisajes que nos perdemos, en los amigos que nos dejamos y en los sueños a los que renunciamos. Está claro que la vida nos pone zancadillas, una tras otra, pero está en nuestra naturaleza el superar ese reto, esa adversidad. Nunca nos podemos rendir y debemos luchar con todas nuestras fuerzas. Algunos se quedarán en el camino, muchos otros llegarán, pero absolutamente todos tendremos que luchar. Luchar por la única vida que tenemos, lo más preciado que poseemos.

Nunca dejes de luchar

Resiliencia, ensutiasmo y voluntad por conseguir vencer al miedo y continuar la senda marcada. No, no es fácil pero la recompensa final merece la pena. La esperanza marca el rumbo, la luz en el horizonte que nunca se apaga y por eso seguimos nadando a contracorriente, luchando como titanes para superar la cima y seguir respirando. Ahí está el secreto, en querer vivir, en querer luchar.

El alma se reconforta, el corazón se llena de alegría y acelera el ritmo, tus sueños no se olvidan y no debes renunciar a ellos. Ya que no tiene precio llegar a tu casa, con ánimo, salud y energía, con toda una vida, y ver la sonrisa de tus hijos, sentir el beso y el cariño cálido de tu mujer, sentirte querido por familiares y amigos, pero sobre todo SABERTE VIVO EN CUERPO Y ALMA. VIVE LA VIDA.