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Mi homenaje

¿Qué valores tienen los niños de hoy? ¿Qué aprenden? ¿Qué le enseñamos? ¿Qué consideran importante? Veo que en algo estamos fallando o está fallando la sociedad; a ambas cosas. Esfuerzo, mérito, responsabilidad, compañerismo, cultura…. todo eso suena raro ¿no?

Amén de la pausa obligada por el maldito coronavirus, hemos observamos con tristeza la impunidad con la que graban y comparten las agresiones a profesores y sanitarios, donde se amenaza y acosa sin pudor, donde los padres hemos dejado de ser padres y los nuevos ciudadanos (sabedores de derechos pero ajenos a obligaciones), víctimas del sistema escolar, pululan por las calles intentando encontrar un porvenir.

Hoy, donde los valores fundamentales brillan por su ausencia (Ved los discursos del gran juez Calatayud al respecto), os quiero hacer un homenaje a todos y en especial a los que nacieron entre 1960 y 1975, aunque también es válido el homenaje para veteranos, curtidos en mil batallas y sabedores del problema. Este texto me lo envió un amigo. ¡Va por ustedes!

¿Cómo hemos podido sobrevivir?

La verdad es que no se como hemos podido sobrevivir. … sobrevivir a nuestra infancia. Aunque no todo tiempo pasado fue mejor ¿eh? Porque fuimos la generación de la «espera»; nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando. Teníamos que hacer «dos horas de digestión» para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para poder descansar (?), nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión para… todavía no sé para qué. Los dolores se curaban esperando, «aguantaformo» se llamaba. 

Pero… Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin airbag, hacíamos viajes de 10-12h. con cinco personas en un 600 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, eso sin contar con que hacíamos auto-stop. Más tarde en moto, sin papeles, y no la habíamos robado. Los
columpios eran de metal y con esquinas en pico, y jugábamos a «lo que hace la madre hacen los hijos», esto es a ver quien era el más bestia. 

Pasábamos horas construyendo nuestros carros de rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos. Lo mismo hacían los más afortunados con los coches de pedales, pero tampoco tenían freno y les duraban 2 días. Después de chocar con algún árbol, aprendimos a resolver el problema. Jugábamos a «churro va» y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.

Juegos y vida

Salíamos de casa por la mañana. Jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. 

Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosa de niños y se curaban con mercromina y unos puntos.

Nadie a quién culpar, sólo a nosotros mismos. Tuvimos peleas y nos «esmorramos» unos a otros y aprendimos a superarlo.

Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos, «minis» o lo que se pudiera beber y nadie se contagió de nada. Solo nos contagiábamos los piojos en el cole. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente. 

No tuvimos Playstations, Nintendo 64, vídeo juegos, 99 canales de televisión, películas en vídeo, sonido surround, móviles, computadoras ni Internet. Nosotros tuvimos amigos. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos. Y jugábamos a las chapas, al peón, a las bolas, al taco, al rescate, a la taba…, en fin tecnología punta. 

Íbamos en bici o andando hasta su casa y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense!, sin pedir permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡Sin ningún responsable! 

¿Cómo lo conseguimos?

¿Cómo lo conseguimos? Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de fútbol, y comimos pipas, y aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlas. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar y algunos incluso chupaban el grifo. Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la «escopeta de perdigones», antes de ser mayores de edad y sin adultos, ¡¡DIOS MÍO!! En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repitieron curso. ¡Qué horror, no inventaban exámenes extra! 

Veraneábamos durante 3 meses seguidos, y pasábamos horas en la playa sin crema de protección solar ISDIN 15, sin clases de vela, de paddle o de golf, pero sabíamos construir fantásticos Castillos de arena con foso y pescar con arpón. Y ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, no en un Chat diciendo «: )» «: D» P». 

Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si transgredíamos alguna ley, era inadmisible. ¡Ellos protegían las leyes! 

Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello. No te extrañe que ahora los niños salgan gilipollas. Si tú eres de los de antes. ¡Enhorabuena! Comparte esto con otros que tuvieron la suerte de crecer como niños, antes de que las APAS, abogados, legisladores, gobiernos y todo tipo de colectivos, ONGS, etc. los conviertan en unos imbéciles.