Seleccionar página

Las Arenas del Tiempo

Inexorable razón que marca el ritmo de tus pasos, como el martillo del viento en el yunque de lo inevitable. Frenética huida hacia delante, sin volver la vista atrás, sin un segundo que perder.

¡Detén tu latido, mensajero de la vida! Testigo del horizonte, sombra que vuela sobre el cielo blanquecino de mi memoria. Detén tus pensamientos, te lo ruego, por el instante primero, por el minúsculo beso, por el retén de tus deseos y la gota que cae, lentamente por tus cabellos.

Son tus lamentos una tortura del pasado que no tiene remedio. Un alejarse del ayer con el vértigo en los bolsillos, lamiendo las heridas de la tarde que fue. ¡Detente! Es la súplica que alzo para contemplar el paisaje sin prisas, para darme cuenta de la belleza que dejo en la estación, para saborear por más tiempo aquella mirada escondida.

Un segundo interminable, una ocasión para el adiós, una carta en el buzón y un giro inesperado. El roce de tus labios sobre la camisa del olvido hace que tiemble día a día, en el sendero de tus latidos. Y todo sigue pasando sin más.

Y me agarro con fuerza al minutero para ralentizar la marcha, para vivir el hoy con la fuerza del sol y luchar como un titán por la llave del presente. Cae la arena sin remisión, sepultando razones y dejando huellas imborrables.

Silente tras el cristal, contemplo pausado tu devenir, sumido en mis letras, soñando despierto con tu momento, hasta la caída del último grano.