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Un pequeño tesoro

Hoy quiero escribir de pintura y aunque no soy muy entendido me sigo estremeciendo cuando lo veo, impresionante, casi mágico, cautivando a todo aquel visitante que se precie en admirarlo. Se trata del cuadro, comunmente conocido, «La Virgen de la Servilleta». Es uno de los tesoros del Museo de Bellas Artes de Sevilla, una pequeña joya artística pintada por Murillo, pintor sevillano por excelencia. 

Este coqueto lienzo, casi mágico, puede pasar desapercibido para el espectador por encontrarse rodeado de amplios cuadros religiosos del mismo autor. Aunque ha cambiado de ubicación, normalmente se encontraba bajo el gran cuadro central de la Inmaculada, llamada “La Colosal” y forma parte del magnífico conjunto lo realizó Murillo para la Iglesia-Convento de las Capuchinos. 

O´Neill, en 1883, recogió dos tradiciones relacionadas  con el título de esta obra. La primera de ellas hace referencia a que el pintor solía desayunar en el Convento tras oír misa. Un día, tras el cumplido desayuno, los frailes se apercibieron que faltaba una servilleta que días más tarde fue devuelta por Murillo tras pintar una Virgen con un Niño. La segunda versión narra como un devoto fraile solicitó al pintor una Virgen con Niño de pequeño formato para concentrarse en sus oraciones. Murillo le respondió afirmativamente pero le solicitó la tela necesaria para su ejecución. El fraile le entregó la servilleta y el pintor la realizó sobre ella. Ambas leyendas son falsas ya que el soporte sobre el que está realizada la obra es lienzo, no tela de mantel. 

La Virgen con el Niño

La Virgen con Niño forma parte de la decoración del retablo mayor del Convento de los Capuchinos de Sevilla, ubicándose concretamente en la portezuela del tabernáculo. Murillo supo captar a la perfección, en ambos personaje, la ternura y la afectividad. El Niño se inclina hacia el espectador, dirigiendo sus grandes ojos hacia nosotros, lleno de curiosidad infantil, como si quisiera salirse del cuadro, lo que ha contribuido a la popularidad del lienzo entre los sevillanos.

La obra está realizada con una pincelada rápida y certera, rodeando a ambos personajes de una sensación atmosférica que diluye sus contornos y crea un efecto de espiritualidad. Los dos conectan sus miradas con nosotros transmitiendo una ternura e intimismo especial, que sólo el maestro sevillano supo plasmar. Los vivos colores y la delicadeza de las carnaciones recuerdan a Rafael, mientras que las atmósferas serán tomadas de Velázquez o Rubens, sin dejar de lado a Tiziano y Van Dyck.