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EL 2 DE MAYO

El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid, al ver que se están llevando a miembros de la familia real hacia el norte y al observar la amenazante presencia de extranjeros por sus calles, estalla contra el invasor y pelea para revertir la situación (todos ignoran el episodio vergonzoso de las abdicaciones de Bayona)

Hombres, mujeres, niños y ancianos, con lo que tienen a mano, se enfrentan con los temibles soldados de Napoleón, el ejército más poderoso del mundo. Combates heroicos, personajes valientes como Daoíz y Velarde que defienden hasta sus últimas consecuencias el Parque de artillería de Monteleón, la carga de los mamelucos, las despiadadas represalias de Murat y una imagen para el recuerdo pues Goya inmortalizó los fusilamientos de los insurgentes, quedando para la posteridad.

Pero a partir de ese momento, y sobre todo tras el bando de Móstoles dictado por aquellos alcaldes, el 3 de mayo, el sentimiento y la rabia invadieron a la población española para enfrentarse contra los gabachos. Y muchas mujeres, valientes y decididas, se unieron a la causa para derrotar al invasor. Incluso ya se destacaron en las calles de Madrid.

MUJERES PARA LA HISTORIA

Es el caso de Manuela Malasaña, la joven madrileña que sin temer al enemigo se enfrentó a él, aquel infausto 2 de mayo, encontrando la muerte. También Clara del Rey, que también pereció en la defensa del famoso Parque de Artillería. María Sandoval, la brava Ramona García y otras muchas dejaron sus vidas en aquel levantamiento y pasaron a la historia, además de encender la mecha de lo que sería un movimiento por la libertad.

En Bailén, el 20 de julio de 1808, se destacaron las cantareras o aguadoras que, sin temor a la muerte, se aventuraban a dar de beber a los guerreros españoles. En vanguardia de aquella refriega, tomando agua de los pozos y acequias, para acercar el líquido elemento a los exhaustos combatientes. Y fueron valerosas y atrevidas, como el caso de María Bellido, la aguadora de Bailén, que dejó sin palabras al mismísimo Reding al mantener la sangre fría cuando, en el puesto de mando, un proyectil perdido le reventó la botija. De ahí que la ciudad de Bailén lleve una vasija rota en su escudo. Por cierto, en aquella batalla, sucumbió por primera vez en su historia el poderoso ejército de Napoleón.

También, en el resto de sitios, como el de Tudela, tuvieron un papel ejemplar las aguadoras para saciar la sed del sediento. Comida, auxilio, curación de heridas, consuelo y lucha asegurada para expulsar al invasor. Incluso ayudando a escapar de las improvisadas prisiones francesas, como Antonia Caparroso. La tierra estaba siendo mancillada, muchas personas asesinadas y pueblos saqueados. Aquel movimiento, donde la mujer fue relevante, se tiño de furor, resistencia y venganza.

POR EL REY, POR ESPAÑA

¡Y qué decir de las verdaderamente guerreras! Agustina de Aragón, Manuela Sancho, Casta Álvarez, la guerrillera “La Pardala”, la brava Juana Galán «La Galana» en Valdepeñas o la inédita (por lo desconocido de su vida) Manuela de Luna. Esta última, natural del pueblo sevillano de Fuentes de Andalucía, salió a la luz por una carta aparecida en el Archivo de la Casa Ducal de Medina Sidonia. (Le dedico una pequeña novela titulada «La Artillera»: https://sonrisasenelcamino.es/la-artillera/ )

Mujeres que no se rindieron, que no dieron nunca su posición por tomada, que vendieron cara la derrota e infligieron grandes bajas a la infantería gala. Almas guerreras que por su propia voluntad o acompañando a algún familiar, disparaban fusiles o cañones, empuñaban un sable o se enfrentaban con sus manos al temible enemigo.  Mujeres indomables que luchaba por su tierra, que gritaban ¡No pasarán!, que tenían redaños y mostraban el camino a seguir.

Muchas mujeres quedarán en el olvido, muchas de ellas cayeron víctimas de las águilas francesas, de sus desmanes y abusos. Otras con sus artes, mañas y habilidades dieron la talla y se llevaron por delante unos cuantos, para orgullo de sus compañeros y compañeras. En mi pueblo, una leyenda habla de María Beltrán, una mujer valiente que embaucaba a soldados gabachos, los asesinaba y los arrojaba a un pozo. Casi con toda probabilidad ésta sea una historia ficticia pero en muchos pueblos de de la geografía española sí existieron y combatieron al enemigo.

Sirva este artículo, ilustrado por un cuadro del genial Ferrer Dalmau, como homenaje a todas aquellas mujeres que dieron su vida por España, por su tierra y su Rey. Que lucharon hasta la extenuación por derrotar al enemigo, que pusieron el germen de la libertad y no dudaron en prender la llama.