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Imperios Conquistadores

A lo largo de la historia, cualquier pueblo más avanzado o poderoso intentaba invadir a sus vecinos por el hecho de obtener más poder, más beneficio económico o lucrarse de un mercado extenso, ampliado sus fronteras. Desde los primeros habitantes, jugando con el bronce y el acero, hasta los romanos, cartagineses, musulmanes y españoles, tales imperios han ido conquistando tierras y avanzando en el tiempo. 

Dominadores y dominados, conquistadores y conquistados. Un camino transitado en el que se ha sembrado cultura, religión y avances tecnológicos. Culturas que han eclipsado a otras, huellas desaparecidas y legados por descubrir. Pero una cosa está clara, a pesar de todo, de los abusos (que los ha habido) y de las muertes, nunca debemos juzgar hechos pasados con las gafas del siglo XXI. Todos somos consecuencia de un pasado y tenemos mezcla de generaciones, de razas y civilizaciones. 

Grandes Generales

La historia es como es, está ahí y no se puede borrar, quitar o poner a nuestro antojo; se debe contar, te guste más o menos, de una manera objetiva. Muchas veces nos vanagloriamos de héroes extranjeros como Julio César o Alejandro Magno que, con el poder de su espada y grandes dotes parlamentarias, dominaron grandes extensiones de territorio. Vercingétorix de rindió a César, después de un largo asedio en Alesia. Los galos sufrieron las consecuencias. Alejandro llegó hasta la India sin dar tregua a sus contrincantes. Mostraron piedad a los vencidos y se mostraron inflexibles ante sus enemigos. Carácter y osadía, liderazgo y excelencia militar. 

Grandes nombres aparecen en la historia. Atila, rey de los hunos, que por donde pisaba jamás crecía la hierba; Gengis Kan en Mongolia que sometió la tierra con tiranía y furor; Jerjes desde Persia; el sultán egipcio Saladino; el gran Tamorlán; los turcos para conquistar el Mediterráneo e imponer el islam y así cientos de pueblos dominadores que intentaban conquistar al más débil, la mayoría de las veces por la fuerza. 

El origen de España

Si quedamos en España, Amilcar Barca llegó a la península con la intención de no hacer concesiones y conquistar, a sangre y fuego, aquellos territorios. El comercio primaba para Cartago, la nueva potencia en el Mediterráneo, y no importaba las formas. Muchos pueblos cayeron subyugados a aquel poder. Su hijo Aníbal, terror de los romanos, utilizó la península como campo de batalla para su campaña en Italia. Dominó a muchas tribus e inició la conquista de Sagunto, larga y cruel, sirviendo de “casus beli” para que Roma declarara la segunda guerra púnica. Muchos líderes íberos cayeron bajo sus garras, quedaron sometidos o esclavizados. Pero aún quedaba más. 

Después vino Publio Cornelio Escipión, repleto de astucia y valor, para granjearse la amistad de varios pueblos íberos y asestar un duro golpe a los cartagineses en la península. ¿Quién le dirían a Indibil y Mandonio que su alianza con los romanos se volvería en su contra? ¿Quién les diría a miles de íberos que al final, tras deshacerse de los temibles cartagineses se encontrarían con otro enemigo? En recuerdo queda el sitio terrible de Numancia. Así Hispania fue la primera provincia en la que los romanos pusieron el pie y la última que fue totalmente conquistada. (Tardaron más de 200 años en su completo domino, con la victoria de Augusto sobre Corocota, en los montes cántabros). 

Pueblos bárbaros que, tras siglos de asentamiento, de cultura, de civilización romana y camino recorrido, desplazaron a las legiones y se asentaron en la península. Visigodos con su punto neurálgico en Toledo. Guerra internas, disputas, muertes violentas y numerosos reyes para terminar con la traición y la invasión musulmana del año 711. Llegaba otro enemigo, otro pueblo invasor que arrasaría con todo pero que también dejaría su impronta en nuestra cultura. Aún hoy perdura. 

Una labor de reconquista

Abderramán y su califato cordobés, Almanzor y su conquista de Barcelona o Santiago, los almohades, los almorávides y las guerras religiosas. Un máxima en el cristianismo y una reconquista que duró casi 800 años. El alma y la piel de los castellanos se fue haciendo de plomo y piedra, de sangre y fuego. Guerra de frontera, almenas y presidio, límites peligrosos y pueblos conquistados. Líderes, como El Cid, el Gran Capitán o el conde de Castilla, García Fernández, que trascienden fronteras y una lucha constante por retomar aquello que se perdió. Pero, incluso en aquel escenario, la huella quedó para siempre en esa mezcolanza imposible. 

Y de allí se pegó el salto hacia América. Alguien dirá que jamás fue descubierta pues ya existía. Cierto, pero para occidente, para Europa, esa tierra no existía. Y allí nuevos imperios, con sus culturas y costumbres, con sus sacrificios y descubrimientos. Dioses, rituales y pirámides en un paraíso por descubrir. Y llegaron primero los españoles, antes que ingleses, portugueses o franceses. Y eso lo cambió todo. Pues España, Castilla, con la lección aprendida de su lucha contra los musulmanes, con la veteranía de Granada e Italia, tras el descubrimiento de Colón, trasladó sus costumbres allende los mares. Adelantados de fronteras, alcaldes, cabildos, corregidores, contadores, alguaciles y demás estructura administrativa.  

Hernán Cortés y los Reinos de Ultramar

Aquí me gustaría hacer un paréntesis y remarcar un dato: España nunca tuvo colonias pues los virreinatos eran reinos de ultramar, no factorías como las de otros imperios. Los naturales eran súbditos del Rey. Por eso se hizo lo que se hizo. Por eso se llevó el cristianismo y la civilización, se fundaron universidades (a las que asistían los propios indios), se fundaron y urbanizaron ciudades, los virreinatos más necesitados recibían ayudas de los otros (el situado), se crearon hospitales, se dotó de alfabeto y gramática a las lenguas indígenas, muchas de las cuales se han conservado por eso

Siguiendo con el tema que traíamos, sin menospreciar a los miles de valientes que se adentraron en lo desconocido, sin menoscabar el honor de cientos de conquistadores, en el descubrimiento del nuevo mundo, destacó Hernán Cortés, un gran gobernante y mejor dirigente. Muchas veces solo trascenderá la violencia en la matanza de Cholula, sus vaivenes magnificados por la leyenda negra, el baño de sangre en la noche triste, su unión beneficiosa con Malinche y la quema de aquellas naves para no volver atrás. Pero hay mucho más. Fue un estratega con carácter, gran criterio y audacia que supo vencer a todo el imperio mexica.

La fundación de Veracruz

Hernán se crecía antes las adversidades y era profundamente religioso por lo que intentó que cada pueblo se convirtiese al cristianismo, cambiando una religión zoomorfa, donde se permitía los sacrificios humanos, por la luz del evangelio. Fundó la ciudad de Veracruz, independizándose del gobernador de Cuba (Diego Velázquez) y dando parte directamente al emperador Carlos. Co todo, puso el germen de la gran nación de México, llamada por aquel entonces Nueva España (que llegó a ser muy poderosa). Era un líder valiente, astuto, inteligente y culto que castigaba cruelmente la traición y era benevolente con los vencidos. Como otros tantos en la historia de la humanidad.

Fue un excelente estratega que supo ver que el imperio mexica, dominador en aquellos lugares, subyugaba al resto de los pueblos, con su política de secuestrar a cientos de personas para ofrecer sacrificios humanos a los dioses. No, se vivía en paz en aquellas tierras, no era un ejemplo de convivencia, ni México existía como tal:  Baños de sangre, corazones latiendo y cráneos secándose al sol que dejaron sin palabras a los viajeros barbudos. Así, mostrando dotes negociadoras y mano izquierda, amén de apagar rebeliones y enfrentarse por la espada a otros poblados, consiguió una alianza del pueblo Tlaxcala y Totonaca (y de otros muchos) contra los mexicas y su líder Moctezuma. Miles de guerreros se unieron a su causa.

La conquista de Tenochtitlan

Al final de todo, después de matanzas y de asedios, después de salir huyendo y perder a miles de hombres por el camino, después de la muerte de Moctezuma (apedreado por su pueblo), después de la batalla de Otumba y de afianzar la alianza con los tlaxcaltecas (que al final se afianzaron en puestos importantes en la administración de Nueva España y tuvieron la condición de pueblo aliado del rey Carlos, con todos sus privilegios), Cortés puso fin al imperio mexica conquistando su capital el 13 de agosto de 1521 con un hecho que merece ser contado: Del mar mandó traer aquellos barcos barrenados, madera a madera, en un camino penoso, repleto de obstáculos, para construirlos en las diferentes lagunas que rodeaban a la ciudad y ponerle cerco. Una hazaña que el emperador Trajano ya hizo posible en el tío Tigris para llevar a sus legiones a la conquista de Babilonia, olvidando Carrae. Líderes que marcan diferencias. 

Nuevas expediciones

Después siguió auspiciando expediciones hacía la actual Honduras y Nicaragua, expandiendo territorios, mandando el quinto real al emperador y dando instrucciones para el mejor gobierno. Descubridor de la península de la Baja California, desde Nueva España mandó expediciones (como la de Álvaro de Saavedra que partió en 1527), con los pocos hombres que podía encontrar en la nueva tierra, hacia las Molucas (en el Pacífico) y otros lugares del Mar del Sur, para gloria del imperio (y propia, por supuesto). Es así que, desde entonces, aquel territorio pasó a ser base de operaciones hacia un nuevo mundo. De hecho, más tarde, Acapulco fue destino final del Galeón de Manila, siendo Nueva España una potente nación donde el comerció floreció y sus ciudades eran poderosas. (Gran parte de la actual EEUU, formaba parte de ella).

Si un mexicano odia lo español, se odia a si mismo

Cortés trazó las líneas de la actual ciudad de México (urbanismo) y de Nueva España, dictó las ordenanzas para poblamientos y llevó la cultura occidental a América. Universidades, monasterios, hospitales, ayuntamientos, consejos y demás instituciones. Todo era una prolongación de la metrópolis. Y la actual México, al igual que España con otros pueblos, tiene en su base aquellos pilares. Aunque se derramó sangre, aunque pueblos enteros se perdieran, aunque la viruela hiciese estragos, no se puede renegar de eso pues forma parte de aquella cultura, de aquel pasado. Muchas lenguas indígenas se pudieron estudiar en la universidad, se imprimieron libros al respecto y el mestizaje existió desde el principio, para amalgamar nuevos horizontes. Pues México bebe de todo eso, de esos imperios que llegan y se van, de esa mezcla y de ese crisol. Como mucho otros. 

El filósofo e historiador mexicano Don Miguel León-Portilla, que dedicó su vida a estudiar la cultura nahualt y a muchos pueblos precolombinos, dijo que, si un mexicano odia lo español, se odia a si mismo. Es como si un español odiase o renegase de la cultura romana, de la que ha bebido. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa: el hispanismo, una misma lengua, una cultura, unos cimientos y un sendero recorrido. Ya es momento de reconciliarse con el pasado y aceptarlo, viéndolo con los ojos del ayer, y Hernán Cortés fue el fundador de la ciudad de México, el impulsor de la gran México, de la Nueva España. 

Octavio Paz, en «El laberinto de la Soledad» (1950) consideró que los mexicanos siguen incapaces de reconciliarse con su propio pasado de conquista, colonización y asimilación cultural al mundo hispánico, cuando no de descendencia directa de los conquistadores y colonos. Esto se traduce en renegar de Hernán Cortés como quién reniega del padre.

Hernán Cortés, un mujeriego y un excelente conquistador, un líder que pasó a la historia y que dejó constancia de sus logros en las numerosas cartas de relación que mandó a Carlos V, además de ser sometido a juicio de residencia por su gobierno. Hernán Cortés, con sus luces y sombras, objetivo de la leyenda negra (fruto de las críticas de Fray Bartolomé de las Casas), un militar digno de ser recordado, el fundador de una nación poderosa, el visionario de nueva España, el que trazó sus líneas y puso los cimientos de la actual México. Y debemos de estar orgullosos, como se puede estar de César, de Trajano, de Almanzor, de Alejandro Magno, de Aníbal Barca o del Cid. 

Libros y biografías

Y para que podamos adentrarnos en su figura y en sus actos, para que podamos estudiar su vida con profundidad hay varios libros y películas que se pueden tener en cuenta (amén de otros muchos pues bien merece cientos de homenajes:

  • Recientemente la serie “Hernán”, protagonizada por Oscar Jaenada, de Amazon Prime Video.
  • En la serie Carlos, Rey emperador, también aparece el episodio de Cortés y la conquista de Nueva España.
  • La biografía de Francisco López de Gómara.
  • Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo.
  • Hernán Cortés y la Conquista de México, del mexicano Lucas Alamán.
  • La Biografía Hernán Cortés, de José Luis Martínez.
  • Hernán Cortés, gigante de la Historia, de Ramón Tamames.
  • El libro Hernán Cortés, crónica de un imposible, de Salvador de Madariaga.
  • El Mito de Cortés, de Iván Vélez.
  • Hernán Cortés: mitos y leyendas del conquistador de Nueva España, de Esteban Mira Caballo.