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La expedición de Loaysa

La expedición estaba abocada al fracaso, el rumbo era incierto, la enfermedad pululaba a su antojo por cubierta y hacía estragos entre los tripulantes. Incluso los capitanes iban muriendo sin descanso, sin tregua. Primero Loaysa, después, con mucha pena y sentimiento, falleció Elcano, el mítico marinero de Getaria que fue el primero en circunnavegar el orbe. Incluso el sobrino de Loaysa, que había sido nombrado contador. Todo era un caos y la misión de llegar a las Molucas se había convertido en un imposible.

De pronto avistaron tierra. Alonso de Salazar, el enésimo capitán al mando, con las pocas fuerzas que le quedaban, mandó dirigirse hacia aquellas islas, conocidas como “Islas de los Ladrones” (en la actualidad Islas Marianas) para hacer aguada y aprovisionarse con alimentos frescos, que paliaran el escorbuto y hiciesen posible la recuperación de la dotación de la Santa María de la Victoria, la nao superviviente.

A los lejos, desde la costa y acercándose a toda prisa, numerosas canoas se acercaban al barco. Los gritos enardecidos de aquellos indígenas se aproximaban amenazantes. El capitán, apenas sin energía, no sabía qué orden dar. ¿Esperar el abordaje? ¿Preparar las armas de fuego? ¿Rendirse? El ánimo estaba resquebrajado y el ímpetu brillaba por su ausencia.

Un visitante inesperado

En cuestión de poco tiempo, la nao estaba rodeada de canoas. ¿Estaban perdidos? ¿Era un ataque? Varias de ellas se pegaron al casco pues, sus tripulantes, tenían la intención de subir a bordo. Y empezaron a hacerlo. Aquellos navegantes españoles, exhaustos, hambrientos y enfermos, vieron con impotencia cómo subían a su barco varios nativos de aquellas islas. De repente, uno de ellos, habló en castellano, con acento gallego:

En buena hora vengáis, señor capitán, maestro y compañía”.

Atónitos y sin dar crédito a lo que acababan de escuchar, recibieron con placer aquellas palabras y preguntaron quién era y de dónde venía. Aquel personaje contestó:

Señores, yo soy uno de los del armada del capitán Magallanes, y sáime de la nao del capitán Gonzalo Gómez de Espinosa, quando tornó á arribar al Maluco. No pudiendo yr a la Nueva España, y porque en essa saçon se morían de çierta dolencia en la nao, salimos yo y otros dos compañeros portugueses por miedo de morir, en la isla más çercana del Norte, y allí mataron los indios á los otros dos compañeros míos por çiertas siraçones que ellos acometieron, y después me passé de allí con unos indios á esta isla de Botahá; y soy gallego y me llamo Gonçalo de Vigo, y sé muy bien la lengua de las islas”.

Guía, mediador e intérprete

Así lo relató Andrés de Urdaneta, el excelente marino y científico que viajaba en la expedición de Loaysa. También menciona este episodio Fernández de Oviedo en su magna obra “Historia General y Natural de las Indias”. ¡Era el encuentro de los tripulantes de la Santa María de la Victoria con Gonzalo de Vigo!, un superviviente de la expedición de Magallanes, que desertó cuando intentaba regresar a Nueva España, a bordo de la Trinidad, al mando de Gómez de Espinosa, y se integró con los naturales de aquel territorio para sobrevivir.

A partir de aquel encuentro, Gonzalo formó parte de la dotación del barco español, no sin antes asegurarse el perdón efectivo, un seguro real, puesto que había desertado. Y fue bien aprovechado, por parte de los expedicionarios, pues conocía las lenguas de aquellas tierras y también alguna que otra cosa de la lengua malaya. Con todo atado, canoas cargadas de cocos, agua, pescado, plátano y arroz arribaron a bordo de la Santa María de la Victoria para paliar la escasez y aliviar el hambre.

Y Gonzalo de Vigo se volvió a integrar, ayudando a aquellos compañeros españoles. Les sirvió de intérprete y mediador para evitar enfrentamientos, poniendo su grano de arena en aquella expedición, que duró muchos años y que les llevó a enfrentarse con los portugueses en los confines del mundo.

Poco se sabe de los últimos días de Gonzalo, lo más probable que se quedara en las Molucas o en las Marianas, donde había encontrado su sitio o sus familia, pero fue un protagonista más de la historia de España, un factor importante y un elemento que surgió de la casualidad y el rumbo caprichoso del destino.