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Hechos que inician tradiciones

Es curioso lo que ocurre en la historia, los vericuetos y entresijos que nos guarda para descubrir con asombro hechos sorprendentes que aún hoy día siguen marcando el ritmo de una ciudad o nación. Es curioso como los pequeños gestos marcan época y crean tradición. Y así pasó con el Santo Niño de Cebú, en Filipinas. ¿Pero que pinta aquí Magallanes?

Magallanes, en su magna travesía, en su grandiosa expedición de llegar hasta las islas molucas para hacerse con el mercado de las especias, se encuentra con una de las islas del gran archpiélago de Filipinas: Cebú. Era el 14 de abril de 1521 y se prepara una ceremonia de bautismo. El rajá Humabón, junto a su esposa Humamay, se bautizarán en la fe cristiana y junto ellos, cientos de lugareños. Es una fecha especial.

El regalo del Santo Niño de Cebú

Con gran boato, el rey del lugar toma el nombre de Carlos y la rajesa el nombre de Juana. Magallanes, satisfecho de la misión de cristianizar aquellas tierra, regaló a la recién bautizada Juana una talla de un niño Jesús, que portaba en la mano izquierda una esfera de oro que representaba el mundo. Aquella fue la primera imagen cristiana que llegó a Filipinas. Antonio de Pigafetta lo relata a la perfección.

Tras aquel bautizo y henchido de orgullo Magallanes, haciendo caso omiso a las instrucciones recibidas en España, se inmiscuyó en las relaciones de aquellos reinos y atacó una isla vecina que importunaba a Humabon. Con la confianza ciega en su armamento no vio venir el golpe ni la traición. Aquel movimiento trajo funestas consecuencias.

El hallazgo milagroso

Pero volviendo al Santo Niño de Cebú, desde aquel momento se perdió la pista de la imagen. Dispuesta entre ídolos paganos o destruida. Nada más se supo de la imagen hasta que Juan de Camús, un marinero de la expedición de Miguel López de Legazpi, en 1565 (44 años después) la encontró en la casa de un indígena principal. Estaba en una caja liada con cordel de castilla. El hallazgo fue celebrado enormemente. Todos lo veneraron de rodillas y lloraron de alegría. Era una señal, un milagro. El agustino Fray Gaspar de San Agustín lo describe perfectamente a finales del siglo XVI:

«Entró el marinero Juan de Camús en la casa de un indio principal… halló otra caja liada con cordel de Castilla, dentro la hechura de talla de un Niño Jesús. Alborozado y como fuera de sí, salió gritando la felicidad de su despojo… Acudieron todos a la casa, y el General la veneró hincado de rodillas, derramando muchas lágrimas y con singulares afectos de devoción«.

Un regalo bienintencionado, un olvido y un encuentro casual varios años después. Una devoción recuperada y que aún perdura con fuerza en Cebú pues tras el hallazgo se mandó construir una iglesia y allí se venera con fuerza. En cada casa, por muy humilde que sea se encuentra presente la imagen del aquel niño que Magallanes regalara a la esposa de Humabón, hace 500 años. Hechos que marcan el destino y se hunden en la tradición.