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Perderme por los rincones

Con el ansia de volver para vivir la intensidad de los momentos más íntimos, recuerdas cuadro a cuadro, azulejo tras azulejo, la hermosa composición sevillana, monumento al arte hispalense. Es impresionante recorrer sus salas, perderte por los rincones conventuales, recrearte en el silencio colorido de su claustro, respirar el espíritu acogedor de los recuerdos de antaño, observar el sentir infinito de los autores y sus obras, ser observado por miles de ojos, infinitas pinceladas de amor, arte y ternura. 

Adentrarte en el Museo sevillano es recorrer la historia de la pintura y la escultura hispalense, de sus artistas, de sus virtudes, grandezas y tormentos. Contemplar misericordias y éxtasis, claroscuros de épocas pasadas que difuminan la luz en lienzos de vida. Y no sólo eres testigo del arte pictórico sino de la historia propiamente dicha de la ciudad. Matices, técnicas, sombras y luces de personajes que se fueron, ilustres dones que colmaban a grandes familias y las órdenes religiosas del momento.

Museo de Pinturas

El museo de Bellas Artes de Sevilla fue fundado como “Museo de Pinturas”, el 16 de septiembre de 1835, con las obras procedentes de conventos y monasterios afectados por la desamortización de Mendizábal. Ocupa el antiguo Convento de la Merced Calzada fundado por San Pedro Nolasco en unos terrenos cedidos por Fernando III tras la conquista de Sevilla en 1248.

El edificio que hoy contemplamos debe su organización general a las transformaciones realizadas en las primeras décadas del siglo XVII gracias al impulso de Fray Alonso de Monroy, general de la Orden desde 1602. El arquitecto y escultor Juan de Oviedo y de la Bandera presentó en 1603 las trazas e instrucciones para la construcción, que se inició con el derribo del antiguo edificio mudéjar. En 1612 se concluyó el templo y casi medio siglo después el resto de la fábrica, configurándose así una de las más bellas muestras del manierismo andaluz.

Desde su fundación como museo, el edificio ha experimentado tres grandes intervenciones. La primera, entre 1868 y 1898, con la restauración de las arquerías y muros del primer piso, solado de los claustros y su alicatado con azulejos procedentes de conventos desamortizados. La segunda, entre 1942 y 1945, con la apertura del patio de las Conchas en el espacio de la antigua sacristía y el traslado de la fachada principal de la antigua portada barroca a la calle Bailén. La tercera, iniciada en 1985 y culminada en 1993, se desarrolló en varias fases con el objetivo de lograr una rehabilitación total del edificio y su adecuación a las múltiples exigencias de la moderna museografía.

La grandeza de Murillo

Finalmente, ya como pinacoteca, debemos destacar de su interior los incontables tesoros que adornan salas y pasillos, las muchas joyas dignas de admiración y maestros dignos de devoción. Pero cuando te adentras en sus corredores y patios, buscando la nave de lo que antaño fue la iglesia del Convento, te contagias, poco a poco, de la grandeza de uno de sus pintores: Murillo, el pintor sevillano por excelencia, que supo recoger el dogma de la inmaculada como nadie, y que deja su impronta en las encaladas paredes del Museo por doquier.

Belleza sin igual, magnificencia y preciosidad en los cuadro de este autor, pero la culminación se alcanza con la contemplación de lo que fue el altar Mayor de la iglesia del Convento. Presidiendo tal conjunto está el cuadro de la Inmaculada llamada “La colosal” por sus grandes dimensiones.  Esta pintura se expone sustituyendo al cuadro que presidía el retablo mayor de la iglesia del Convento de Capuchinos de Sevilla, de donde procede el conjunto de pinturas más importante de Murillo que se conserva en este museo. 

MUSEO BELLAS ARTES DE SEVILLA. (abc sevilla)