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Una Bicoca

Según el diccionario de la RAE una bicoca, entre otras acepciones, es un chollo, una ganga, algo que has encontrado tirado de precio o de manera muy fácil. ¿Sabéis de dónde proviene esta expresión? ¿Sabéis de proviene el término bicoca? Seguramente de aquella batalla que tuvo lugar en las inmediaciones de la pequeña localidad italiana de Bicoca, muy próxima a Milán, en el transcurso de la Guerra de los 4 años, que enfrentaban a España y Francia por el control del Milanesado. Corría el 27 de abril de 1522.

Los bloques contendientes estaban claros: por un lado el emperador Carlos V de Alemania y I de España, que creía tener el derecho sobre el Ducado de Milán, en posesión francesa. Por el otro, lógicamente Francia, con el rey Francisco I a la cabeza, dispuesto a dominar la península itálica, y que se había aliado con la República de Venecia, contando, entre sus filas, con numerosos piqueros suizos, agerridos mercenarios temidos por toda europa. Carlos I, con su ejercito imperial, se alió con los Estados Pontificios (con el papa León X primero y después con Adriano VI).

Mercenarios Suizos

Los mercenarios suizos, hastiados por no recibir su soldada, se enfrentaron directamente al jefe francés, que se vio mermado por sus exigencias. Así, decididos y sin mediar parlamento o consideraciones previas, exigieron atacar inmediatamente, y de manera frontal, la posición fortificada de Própero Colona, comandante de los tercios del emperador Carlos I, en un pequeño montículo de la pequeña localidad de Bicoca (hoy un barrio de Milán).

Confiados en su superioridad numérica (los franceses eran más numerosos que los españoles) y en la formidable formación de los piqueros, temidos y difícil de traspasar con sus largas picas, iniciaron el camino del combate, dispuestos a envolver y masacrar las posiciones españolas.

Coloma, seguro de estar protegido en aquella posición defensiva, a más altura, simplemente esperó. Y vio venir dos formaciones, dos cuadros de piqueros suizos, avanzando con firmeza y aguantando el fuego de artillería. Valientes y atrevidos no veían peligro alguno y estaban dispuesto a todo para zanjar el asunto y vencer a los españoles. Pero no contaban con aquella colina, con aquella elevación del terreno que ralentizó su avancé notablemente, impidiéndoles una carga frontal e inmediata contra las tropas imperiales.

La irrupción del arcabuz

Y los españoles no perdieron la oportunidad. Los arcabuceros, en su mayoría españoles, se dispusieron en primera fila y, dado el lento avance de aquellos mercenarios suizos, dispararon a su antojo contra ellos, a discreción, permitiendo una cómoda recarga y una nueva ondanada de disparos mortíferos que iban haciendo mella en el enermigo.

Y los disparon continuaban sin cesar. Un cástigo continuo que fue desgastando a los helvéticos. Estos, tras perder unos mil hombres, 22 capitanes incluídos, se vieron obligados a retirarse sin llegar a tomar contacto con las tropas españolas que, curiosamente, solo sufrieron una baja y fue por la coz de una mula de carga. Una victoria aplastante y cómoda, lo dicho, una auténtica bicoca.

A partir de este momento, de esta batalla, según algunos autores y expertos, las tácticas bélicas sufren un cambio brusco pues las armas de fuego portátiles (en especial los arcabuces) tomaron un protagonismo palpable, dejando un poco en segundo plano las lanzas, la caballería pesada y las espadas. Las nuevas armas trastocarían el campo de batalla para siempre.

Aquella victoria precedió a la decisiva batalla de Pavía (1525) donde el ejercito imperial de Carlos I aplastó al francés.