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Bartolomé de Medina, el metalúrgico

Hoy no voy a hablar sobre conquistadores o navegantes, sobre hombres y mujeres que hicieron historia. No dedicará estas líneas ni a batallas ni a hechos trascendentales, ni a tratados ni descubrimientos. Hoy escribiré sobre metalurgia, sobre cinabrio, sobre mercurio y sobre metales preciosos. Y esto ¿Qué tiene que ver con la historia de España? Bastante más de lo que se cree pues ¿Qué hubiera sido de la plata americana sin el mercurio de Almadén? ¿Qué hubiese pasado si Bartolomé de Medina no hubiese descubierto la forma de separar la plata del resto de metales? Otro gallo hubiese cantado. Y es en los detalles donde está la diferencia.

Bartolomé de Medina nació en Sevilla en 1497 y llegó a ser un próspero comerciante. Tuvo contacto con un metalúrgico alemán (lo llamaba «maestro Lorenzo») quien le transmitió los secretos para beneficiar plata y oro de forma muy económica y diferente al que, hasta aquel momento, se utilizaba. Y después de varios experimentos en España, decidieron ir a Nueva España. La corona no dio permiso al metalúrgico alemán así que solo viajó Bartolomé.

Ya en Nueva España, en 1554, sus ensayos tuvieron gran relevancia e interesaron mucho al rey. Y después de mucho experimentar, descubrió el proceso de amalgamación de la plata, que se produce gracias a la afinidad que tiene ese elemento con el mercurio. Y lo hizo en las minas de Pachuca y Real del Monte. Un proceso que se denomina: «Beneficio de Patio» y que fue muy importante para la minería mexicana y, en general, para la de toda Hispanoamérica.

Beneficio de Patio, el proceso

Pero no fue un proceso fácil, costó mucho encontrar el camino correcto. Medina se asentó en Pachuca, por su creciente fama minera y por la cercanía con la ciudad de México. Allí empezó a construir la hacienda de la Purísima Concepción, en las falda del cerro de la Magdalena, junto al río del as Avenidas. En ese lugar puso en práctica todo lo que le había apuntado su querido maestro Lorenzo, el metalúrgico alemán:

«Muela muy fino el mineral, revuélvalo con revoltura salmuera cargada, agregue azogue y mezcle bien. Repita la revoltura diariamente por varias semanas. Cada día tome una muestra del mineral hecho lodo ye examine el azogue. ¿Ve?. Está brillante y titilante. Al paso del tiempo debe oscurecerse conforme los minerales de plata se descomponen por la sal y la plata forma aleación con el azogue. La amalgama es pastosa. Lave el mineral empobrecido en agua. Queme el sobrante de la amalgama; se va el mercurio y queda la plata«

No fue todo coser y cantar, no fue todo tan fácil y bonito. A pesar de seguir las instrucciones al pie de la letra, a pesar de intentarlo una y otra vez, a pesar de los esfuerzos realizados, el método no funcionaba, no se producía la reacción esperada. Hasta que descubrió que, en aquella mezcla de sales y mercurio, faltaba un agente catalizador, el magistral sulfato de hierro (cobre). Ahí estaba la clave del proceso.

¿Y por qué se denominó beneficio de patio? Pues la mezcla del mineral pulverizado con agua, sal, mercurio y otros compuestos se extendían formando unas «tortas» en patios muy grandes. Allí se les añadía los reactivos y se mezclaban, cuidándose que las reacciones se dieran adecuadamente, a fin de que la plata se amalgamara con el mercurio. Después de varias semanas, la torta, una vez lavada para retirar los materiales no dejados, se pasaba a un horno para que, con mucho cuidado, se volatilizara el mercurio y así quedar solo la plata, en forma esponjosa. Esta plata, finalmente, se fundía par obtener barras de metal de un color blanco.

Almadén y el mercurio

Gracias a Bartolomé se pudo separar la plata (y el oro) del resto de los metales pues la plata era extraída, digamos virgen, de la mina y tenía que amalgamase. Este proceso ayudó a que se extrajera la plata pura y se pudiera mandar, en forma de lingote, en los galeones directos a España. Pero para ello se necesitaba cantidades ingentes de mercurio. Y para ello hay que acudir al pueblo de Almadén (Ciudad Real).

Se tiene constancia de que el Azogue ya se extraía hace 2000 años, pero estas minas de Almadén cobraron una enorme relevancia cuando se tuvo constancia del descubrimiento de grandes yacimientos de oro y plata en el Nuevo Mundo. Ya lo intuyeron los Reyes Católicos, ya comprendieron la importancia del mercurio para la obtención de riquezas, cuando en 1512 convirtieron su extracción en monopolio real, lo que reportó grandes beneficios a la corona. Pero aquel monopolio se perdió cuando Carlos I, su nieto, cedió esos derechos a unos banqueros alemanes (los Fugger) a cambio de caudales para comprar el trono imperial.

De las minas de Almadén se extraía Cinabrio, del que se obtenía mercurio (Se cree que un tercio del mercurio consumido por la humanidad desde siempre procede de Almadén). El mismo, en enormes cantidades, cargado en carretas de bueyes, era llevado por caminos inhóspitos, por cañadas y veredas, atravesando Sierra Morena, en un viaje largo y peligroso, hasta llegar al puerto de Sevilla. Allí se embarcaba hacia el Nuevo Mundo para que, junto con las sales y reactivos, amalgamar la plata, separar la plata de los minerales. Todo un conjunto, todo un proceso para cambiar la historia de la minería.

Tras un periodo de crisis, en los que escaseó la mano de obra, los Fugger presionaron para que se utilizan presos en las minas. De ahí que se construyera una cárcel en Almadén, directamente vinculada al complejo minero. Azogue no faltaría en el Nuevo Mundo para extraer el valioso mineral. La Real Cárcel de forzados de Almadén se construyó en 1754. Pero también, 1785, Almadén acogió la primera escuela de minería que existió en España

Detalles que hacen un imperio, alquimia y conocimiento que amalgaman razones y avances hacia el futuro. Y todo suma, cada detalle cuenta. Bartolomé de Medina, el metalúrgico que cambió la forma de extraer la plata y Almadén, el pueblo que se hizo un hueco importante en la historia de España.