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Deseos de vida y abrazos de lumbre, entre volutas de humo y reflejos sinceros. Chismes a la luz de la candela que relatan intimismos y unen almas gemelas. Brasas que arden de nuevo, al calor de la esperanza y un lucero que brilla al compás de las palabras. Lumbre impoluta de mis entretelas.

Amistad, tesoro impoluto y escaso, que trajina los caminos en la hoguera del entusiasmo. Amistad, sincera quietud de roble, que pergeña las ideas del horizonte, pululando por el viento de los versos. ¡Ay, desdén de mis desvelos! que recorres la sinfonía del alba para cantar al cielo de tus ojos. Lumbre infinita de la nostalgia.

Y se construyen los cuentos, en alabanzas de tu nombre, para calentar el horizonte de esperas y caricias. Detalles del ayer en la pira de los sentimientos, incandescente razón de mis pasos que persiguen estrellas por las calles. Lumbre de aquel ocaso.

Y la llama se aviva, incombustible, irreverente, quemando los recuerdos en el andén de la esquina, en el desierto de neón, abrasando la piel bajo tu manto, bajo la dicha de tus manos. ¡Calientan los rescoldos de tus cartas! Ascuas sinceras de mi pasado y lumbre de mi presente

No, no es posible situación ni paisaje más ufano. Las andanzas, los honores, las desgracias y sinsabores. La hoguera y la plaza, la calma y la lumbre, la charla y los besos, la llama y el tiempo, el calor y el fuego, siempre el fuego, ese fuego que cicatriza, que cauteriza el alma y purifica siempre, que ama siempre.

Pues todo se vive al calor de la lumbre.