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En tu orilla apostado, 

con los pies sumergido en la espera, 

escudriñando tus entrañas, tu pasado, 

tu corriente traicionera. 

E intento descubrir los restos del naufragio,

estoy atento a las huellas,

pero tus aguas regresan sin rastro,

en silencio, de soledad altanera.

No hay respuesta posible,

la espuma no me dice nada,

las hojas en blanco,

las botellas vacías,

las conchas rotas,

y el castillo derruido.

Y sólo entonces, 

en el confín de tu hermosura,

veo el horizonte jamás percibido,

cuando estoy a las puertas de la locura,

y el sol va apagando su brillo.