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¿Quién no ha rogado alguna vez para que algo se cumpla? ¿Quién no ha pedido a su Dios, a sus dioses o al cielo que le venga un golpe de suerte? Siempre pedimos y suplicamos a nuestras veneradas deidades solicitando el favor en un asunto o la intersección para que salga un buen negocio. Incluso eso es lo único que hacemos cuando las cosas se tuercen y la tempestad nos sorprende: SÓLO SUPLICAMOS Y ROGAMOS, SIN HACER ABSOLUTAMENTE NADA.
Como dice el refran, «A Dios rogando, pero con el mazo dando«. No es malo, nada malo rogar, rezar, pedir, solicitar y suplicar a tu Dios para que te sonría el destino, pero estaría mucho mejor si además de todo eso, lo acompañas de tu empeño y te pones a trabajar para cambiarlo, con toda tu perseverancia, esfuerzo, voluntad y proactividad.  En definitiva, cuando deseamos algo, está bien encomendarse a Dios, con toda nuestra fe, pero haciendo a la vez todo lo que esté en nuestra mano por lograr lo que pretendemos.

Lee esta historia: 

Hércules y el boyero
“Conducía un boyero una carreta hacia una aldea, y la carreta se despeñó a un barranco profundo.
El boyero, en lugar de ayudar a los bueyes a salir de aquel trance, se quedó allí cruzado de brazos, invocando entre todos los dioses a Hércules, que era el de su mayor devoción. Llegó entonces Hércules y le dijo:
          ¡Toma una rueda, hostiga a los bueyes y no invoques a los dioses si no hay esfuerzo de tu parte!
            Y a continuación, añadió:
          Si no lo haces así, nos invocarás en vano.”

Moraleja: La oración debe acompañarse siempre previamente de la acción.

Nunca dejes de rezar, pero si lo haces caminando y esforzándote, mejor.