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Dominar la situación, mirar a tu adversario y saberlo derrotado. Estrategias que dan su fruto, horas pergeñando un plan y movimientos milimétricos para no dejar nada al azar. 

El tablero de operaciones recoge la tensión vivida, el silencio que sobrecoge y el sonido rítmico de un reloj en blanco y negro que ha ido marcando los tiempos de la batalla.

Tras el sacrificio necesario, ya no ha salida posible y la resistencia se desmorona sin remedio. Es mi momento de triunfo, en el que me permito una sonrisa pausada y un profundo suspiro. 

En aquella certeza, en la antesala dulce de la espera, vierto un poco de brandy en mi copa y un doy un largo sorbo, mientras observo la reacción de mi contrincante. Me paso la lengua por mis labios, relamiendo mi victoria, muevo la pieza apropiada y digo:

  • Jaque mate.