Seleccionar página

Cada día es un reto a superar o una ventana repleta de belleza para disfrutar de la vida. Pero los miedos o las piedras se interponen en nuestro avance, a veces con más frecuencia de la deseada. Unos por ese terror visceral a los desconocido, otros por ese lastre mental y otros por una tormenta sobrevenida que ha zarandeado todo su ser. Lo cierto y verdad que todos tenemos rocas enormes que intentarán impedir nuestro progreso. Todo dependerá de la actitud que tengamos para sobreponernos a la caída.

Ramón Arroyo, el ironman

Ramón Arroyo es uno de esos caminantes que pese a todo ha sabido capear el temporal y seguir adelante, luchando contra lo inevitable, fortaleciendo cuerpo y alma y disfrutando de la vida cada instante. Y es que Ramón tiene Esclerosis Múltiple, una enfermedad degenerativa, crónica y autoinmune que afecta al sistema nervioso central. Aunque no se conoce cura, poco a poco se están descubriendo tratamientos eficaces para contrarrestar sus efectos.

 

Pero el tratamiento más eficaz es la actitud, como Ramón recoge en su libro “Rendirse no es una opción”. Cuando el médico le dijo lo que tenía con la contundente frase de que “en poco tiempo no sería capaz de andar 100 metros”, su mundo se desboronó. Era la distancia que había desde su casa a la parada de metro. Pero no se arredró, recompuso su ánimo y empezó a trazar aquella distancia, con mucho esfuerzo.

 

Después del hito, empezó a alargar esos 100 metros, a fortalecer su musculatura con la intención de prepararla para lo que se le venía encima e inició un entrenamiento muy duro con la intención de seguir avanzando. Brotes paralizadores, frustración y rabia. Pero, poco a poco, los metros dieron paso a los Kilómetros y cuando en 2013 completó el ironman de Barcelona (3,8 km de natación, 180 km en bici y 42,195 km corriendo) comprendió que, con esfuerzo, entusiasmo y actitud, podía superar los escollos. No, la rendición no iba con él.

 

Más pruebas superadas, libros, películas basadas en su ejemplo, superación a raudales y una lucha tremenda contra la enfermedad, taimada y fría. Pero Ramón no se rinde jamás y sigue entrenando, compitiendo, sintiendo el viento en su rostro y haciendo muescan en el bastón de la vida. Kilómetros de vitalidad para luchar contra esa piedra del camino.

Pablo Ferrara, el hombre de acero

Al igual que Ramón, Pablo también ha disputado la prueba de Ironman. Es méxicano, aunque nacido en Buenos Aires, Argentina, y padece ELA. Tiene publicada varios libros y tiene una filosofía de vida muy tajante: «Dejar de luchar es empezar a morir«. Aunque sabe de sus limitaciones y cada vez nota más la enfermedad, pues todo lleva su curso, no se cansa de vivir, ofrece su testimonio y enseña el camino de la vida. Resiliencia a raudales.

Porque todo lo puedes con la voluntad y así se titula uno de sus libros: «Voluntad de acero». Casado y con hijos no ha dejado que la enfermedad lo postre sino que nunca dejó de disfrutar de la vida, sentir la brisa sobre su rostro y avanzar. Ya habrá tiempo para detenerse cuando el destino lo quiera. Mientras tanto adelante.

Ya sabes, ante la adversidad, voluntad de acero y nunca dejar de luchar.

Ana Belén Juárez, la heroína sonriente

Y hablando de esclerosis, voluntad y de vitalidad, que mejor forma de homenajear a otra heroína de la vida que contando su historia de superación, ganas de vivir y entusiasmo. Se trata de mi amiga Ana Belén Juárez.

 

La andadura de esta entusiasta de la vida, con gran vitalidad y fortaleza, empezó cuando fue a correr con su esposo y, de pronto, observó que algo no marchaba bien. Intentaba avanzar pero las piernas estaban descontroladas. Extrañados con la situación acudieron al hospital para valorar el panorama. Ana ya sabía que aquello no pintaba demasiado bien.

 

Después de 10 días ingresada, soportando las duras pruebas médicas y con la incertidumbre rondando su cabeza, todo se esfumó, estallando en mil astillas, cuando le confirmaron el terrible diagnóstico: Tenía esclerosis múltiple (EM). Una enfermedad degenerativa que, aunque no era contagiosa, no tenía cura. Le dieron el alta y empezó su particular maratón de sonrisas, actitud y lucha por vivir.

 

Trajín diario de preguntas y respuestas, culpas y psicólogos para buscar explicaciones imposibles y razones de aquella estación malograda. Desde el principio contó con el apoyo de su familia y amigos, pero su bastón de apoyo, su bálsamo diario, saboreando la dureza del camino y la cruda realidad, es su esposo, compañero de fatigas y apoyo necesario. Ante ese horizonte, nada halagüeño, Ana sólo podía sentir impotencia ante los brotes que la sujetaban al suelo, impidiéndole avanzar. Pero no había más remedio, que levantarse y continuar, fuese como fuese. Actitud positiva ante todo.

Un día a día, sin planes

Desde que conozco a Ana puedo contar maravillas de ella pero sobro todo destacar su osadía para con la vida, las ganas de disfrutar del camino, la valentía que pone en cada paso, su desarrollada resiliencia y la fortaleza de mente que muestra al mundo. Una heroína para la que no existe la rendición y sólo cabe avanzar con una sonrisa, aunque sea a paso de tortuga. Muchas veces, las cenizas son los cimientos para resurgir con más fuerza de la oscuridad. La rendición no es el camino contemplado, pues siempre hay luz tras la oscuridad. No hay límites para ella.

 

Esta gran mujer, cual ave fénix, valora cada momento con una intensidad atroz, rebusca la positividad hasta debajo de las piedras, su actitud es encomiable y ha crecido como persona de una manera patente. Afronta el camino con presteza e ilusión, aguantando el temporal recio, con los puños apretados y la mirada llena de energía. Si se cae, se levanta pues la vida está para vivirla, para aprovechar cada instante, porque cada día tiene algo bueno por lo que ha merecido la pena levantarse. Y eso es lo que hace que nunca pierda esa sonrisa maravillosa que a todos ilumina.

 

Como dice Ana Belén, “su enfermedad es un día a día, sin planes, diferente en cada momento, afrontando cada etapa sin caer en el intento, ser feliz y disfrutar de cada instante, porque lo que tiene más claro es que quiere vivir” y la rendición, como dice Ramón Arroyo, no va con ella. Todo depende de la actitud. Ella se siente viva y quiere vivir, siempre avanzando con una sonrisa, sorteando las piedras del camino, sin rendirse jamás y poniendo todo su entusiasmo en su misión.

 

Gracias Ana Belén, por darnos esta lección de vida.